6 jul 2009

Franz Schubert: Trout Quintet (Quinteto para piano en La mayor)


El reciclado no es una idea nueva. Hoy en día, como el plagio es fácil de detectar, ningún músico respetable tomaría una vieja melodía intencionalmente para elaborar una pieza ostensiblemente nueva, original (a menos, claro, a través del homenaje consciente a respetados antecesores).

Pero en otros tiempos, cuando la publicación era rarísima y lenta, y el “copyright” era bastante menos lucrativo, había pocos reparos al respecto. Los compositores a menudo escribían variaciones sobre temas de otros, y se tentaban de obtener el máximo provecho posible del asesinato de temas de su propia autoría. Franz Schubert recicló tres de sus canciones más populares para crear tres de sus piezas instrumentales más queridas.

En el verano de 1819, a pesar de que todavía no se había publicado ni tocado en concierto ni una sola de sus cientos de composiciones, informalmente ya se cantaban maravillosas canciones suyas a partir de copias manuscritas. El famoso barítono Johann Vogl (de cincuenta años de edad) se convirtió en uno de los primeros admiradores de Schubert (de veintidós años), y lo llevó a sus primeras vacaciones, al lugar natal de Vogl: Steyr, una colonia alpina de artistas.
(Una caricatura bastante maliciosa, hecha por su “amigo” Schober –nada que ver con Schubert- muestra un compositor tímido, panzón, con anteojos, siguiendo detrás al pomposo cantante). Schubert estaba cautivado. En una carta dirigida a su hermano, señalaba no sólo las maravillas naturales (“más hermosas de lo que uno podría imaginarse”), sino también las ocho jovencitas de la casa en donde se hospedaba (“hermosas casi todas ellas”). Muy pronto se encontró en el centro de la atención, en veladas musicales organizadas por Sylvester Paugmartner, un violonchelista aficionado, benefactor de las artes y rico propietario de una mina local. A Paugmartner le gustó, en particular, una de las canciones de Schubert, “Die Forelle” (“The Trout”, “La trucha”).

Ya sea por encargo, o como un regalo de agradecimiento, Schubert utilizó esta canción como base de un quinteto que escribió a su regreso en Viena, y que envió a Paugmartner, quien luchó por interpretarlo, ya que aparentemente Schubert había sobreestimado sus destrezas con el violonchelo. Luego archivó la partitura, que recién fue publicada después de la muerte de Schubert.

La mayor parte de la música de cámara se escribe para combinaciones ya establecidas: sonatas, para un instrumento más piano; tríos para violín, violoncello y piano; y cuartetos para dos violines, viola y violoncello o piano. Una combinación diferente sugiere circunstancias inusuales o un propósito personalizado. Tal vez el ejemplo moderno más famoso sea el “Quartor pour le fin de temps” (Cuarteto para el Fin de los Tiempos), para violín, violoncello, clarinete y piano, que Messian escribió, siendo prisionero de guerra, para él mismo y tres compañeros más.

En este caso, Schubert utilizó la inusual combinación de violín, violoncello, contrabajo y piano. Curiosamente, el único otro quinteto que se conoce que haya utilizado este arreglo, fue escrito por Hummel veinte años después; los estudiosos e investigadores todavía especulan acerca de si las obras surgieron de forma independiente o si Schubert pudiera haber visto la partitura en la biblioteca de Paugmartner. Como Paugmartner era un violonchelista aficionado, Paul Meyer sugiere que Schubert agregó un contrabajo para relevarlo a su anfitrión de la tarea normal del violoncello de fijar la línea del bajo para participar así en las melodías con las que abunda la obra.

La canción (la “Trucha”) está basada en un lindo poema, pero bastante trillado, de Christian Daniel Schubart (que tampoco tenía nada que ver con “Schubert”), del año 1783: un pez salta alegremente en una corriente clara, para esquivar a un pescador, quien, finalmente, ante la ira del poeta, embarra el agua, la enturbia, y logra capturar a la trucha. (Una estrofa final, sabiamente eliminada por Schubert, concluía con una advertencia severa aunque bastante freudiana, para que las muchachas huyan del tentador con una vara, para que no se desangren).

La repetida melodía, típica de Schubert, es sencilla, encantadora, e instantáneamente memorable, animada aún más por una figura saltarina, alegre, en el piano, que evoca a la famosa trucha. El cuarto de los cinco movimientos es un conjunto de variaciones sobre la melodía de la “Trucha” (Trout), amenizada por un ritmo punteado y un cambio del Re bemol por el Re mayor.

Como lo señala Myers, Mozart o Beethoven hubieran derivado su estructura a partir de transformaciones tanto temáticas como armónicas, pero para Schubert la melodía es primordial, de manera que sus variaciones consisten en pasar la melodía por todos los instrumentos, como si se deleitara en examinarla desde todos los ángulos. Para burlarse de su patrono, Schubert oculta hasta el mismísimo final la maravillosa figura pianística de la canción original.

Si bien las variaciones de movimientos son la pieza central, el quinteto entero es encantador. Massimo Mila lo llama “un poema festivo” que refleja el deleite extático de Schubert con el campo abierto tras haber estado reprimido toda su vida en la ciudad; “en él se consagra la memoria de un encantador verano, de días libres de preocupaciones; la música está bañada por la luz del sol y el espíritu de la juventud… la amistad y la humanidad se entretejen dentro de la misma textura de la música”. De hecho, el resto del quinteto (con una cantidad inusual de movimientos, cinco en vez de cuatro) es fresco y seductor, rebosante de una melodía sencilla y cálida, modulaciones suaves, con una instrumentación que le da una combinación rica, caleidoscópica, de sonoridad envolvente.

Solamente cinco años más tarde, la enfermedad y la pobreza llevan a Schubert al punto más bajo de su breve vida y el final opuesto de su espectro emocional. Schubert le escribe a un amigo, que era “la criatura más desdichada y miserable del mundo… cuyas esperanzas más brillantes han llegado a la nada”.

En un análisis de Elizabeth Norman McKay, Schubert era ciclotímico, un maníaco depresivo cuyos estados de ánimo estacionales a menudo se calmaban con las exigencias de los encargos y los conciertos. La mayoría de los compositores sublimaban sus estados personales en un idealismo enrarecido, o bien refinaban su obra a lo largo de un tiempo suficiente como para atemperar sus picos de inspiración y sus arranques de desesperación. Schubert, en cambio, a menudo escribía canciones en cuestión de horas, y raramente dedicaba más de unas pocas semanas a una ópera completa; de esta forma, componía tan rápido que cada una de sus obras es una instantánea válida de su fugaz psique.

Si el quinteto “Trout” fue un puro estallido de juventud despreocupada, libre, en su Cuarteto no. 14 en Re menor se enfrentó con la desesperación que lo llevaría cada vez más hacia la bebida, la adicción a la nicotina, la depravación y un temperamento abusivo que causó más y más estragos.

A fines de 1822, Schubert contrajo sífilis, y pasó la mayor parte del año siguiente confinado y debilitado por los agotadores tratamientos. Sin el personal necesario para su atención, poco a poco fue quedando sin cuidados. A pesar de que logró superar las dos primeras fases de su enfermedad, constantemente enfrentó el terror de no saber cuánto tiempo permanecería latente hasta que llegara su curso final y fatal.-




Como ilustración musical, veamos un documental de seis partes sobre el ensayo y la interpretación en público de esta obra¨(Quinteto para piano en La mayor, Trout), por Itzhak Perlman (violín), Daniel Baremboin (piano y dir.), Jacqueline Du Pré (violoncello), Zubin Mehta (contrabajo) y Pinchas Zukerman (viola). Imperdible!

































Fuente consultada: Peter Gutmann: Franz Schubert, a Trout, a Maiden (and) a Wanderer. En: Classical Notes.


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